¿Qué significó que hayan elegido tu tesis como la inaugural de la colección?
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Un honor inmenso. Cuando me contactaron, me dijeron que la decisión tenía que ver con valorar la interdisciplina dentro del Doctorado. Además, es muy relevante que las tesis del doctorado puedan tener otro tipo de circulación. Publicar un libro implica mucho esfuerzo y si bien en la disciplina hay varios libros, por lo general, muchos fueron realizados en ediciones independientes. Que esta publicación haya sido financiada y editada por una universidad pública es un logro hermoso para la profesión.
¿Cuáles son las incumbencias de la TO?
Tiene distintos campos de inserción. Los más clásicos están asociados a la rehabilitación física y a la salud mental, pero también tiene una inserción laboral creciente en el campo de lo comunitario, de lo gerontológico y de lo educativo. Tiene como núcleo esa articulación que se da entre la salud y el hacer en la vida cotidiana. Históricamente, la discapacidad se pensó como un problema individual y después fue mudando a un modelo social. Esto implica que la problemática se aborda no solo teniendo en cuenta lo que le pasa al individuo, sino también con lo que socialmente se desarrolla y habilita para que esa persona pueda hacer (o no) tanto en lo individual como en lo social. Así, en lo concreto, ante cualquier dificultad de salud, para ir a una reunión social o cambiarse, necesitás apoyo. Y esto se da también con personas que tienen algún problema de salud mental grave. Trabajamos en cómo se manejan esos apoyos para la vida y para la resolución de lo cotidiano que incluye bañarse, vestirse, jugar, estudiar, cuidar a otros, trabajar, organizar las rutinas, entre otras.
¿Cómo es el cruce entre la TO, la salud mental y lo transdisciplinar?
Lo que encuentro en el recorrido de la tesis es que el campo de la salud mental se conforma como transdiciplinario a partir de la inclusión de la TO y otras disciplinas. Esto tiene que ver con la experiencia de la posguerra que hace que muchas problemáticas de la salud se complejicen y que se conformen equipos interdisciplinarios. Vinculado con eso, Emiliano Galende recuerda la irrupción de ciertos valores del campo social dentro de la medicina que transforman el campo. También que se rompe con la díada médico–enfermera y así empiezan a participar otras profesiones en salud. Pasó en los equipos que abordaron la poliomielitis, enfermedad novedosa a mediados del siglo pasado, y también cuando se pasó de la lógica de la psiquiatría a la de la salud mental.
¿Qué características tiene el inicio de la formación en TO en la Argentina?
Se realizaron algunos cursos en 1956, a cargo de una terapista británica. Luego, en 1958 y por un año, llegaron a la Argentina unas TO contratadas por la Organización Mundial de la Salud en calidad de asesoras de la Fundación “Hermana Elizabeth Kenny” (Estados Unidos). Ellas son Helen Dalhstrom y Vivian Hannan. A su vez, el gobierno decidió contratar a un equipo inglés que deja huellas de lo que fue la Escuela Dorset House de Inglaterra. Son terapistas que muy tempranamente participan de la organización de la Federación Internacional de la TO. Mujeres muy fuertes y la más conocida fue Miss Macdonald. Se la recuerda, tanto en Inglaterra como en el mundo, por su carácter, liderazgo y algunas otras características que dejaron marcas fundantes en la Argentina. Lo conversé con especialistas en educación y señalaron esto como un dato curioso, porque hemos importado textos, currículas, elementos educativos de otros países, pero nunca un equipo con un modelo también completo.
¿Dónde se dictó como carrera en sus inicios y cuándo ingresó a la universidad?
Primero se dictó en la Ciudad de Buenos Aires, en el marco del Ministerio de Salud y dentro de la política nacional en respuesta a la epidemia de poliomielitis. Luego, la primera universidad donde se dictó fue la de Mar del Plata en 1967, en La Rioja en el '78 y después en Santa Fe. La formación inicial contemplaba la inclusión de más TO dentro de los espacios asistenciales y las prácticas, porque en diálogo con la política nacional de la polio, venían grupos desde las provincias con la idea de que esas personas se formaran y que fueran a abrir a las provincias servicios de TO.
¿Cuáles eran los desafíos de la formación?
Hubo que entrar en el mundo médico para ser reconocidas como profesionales con unas prácticas que antes no lo eran. Eso implicó un esfuerzo enorme, que requirió construir los argumentos y fundamentaciones de las prácticas y generar una cuestión actitudinal y discursiva para que el mundo patriarcal médico nos acepte. Esto aún sigue presente. Todas las prácticas feminizadas que se volvieron profesiones y que entran en la universidad se ven atravesadas por requerimientos que demandan esfuerzos de este tipo. Se les pide que estén a la altura de investigar, de hacer extensión y toda la lógica académica que para algunas disciplinas que ya habitaban la universidad son cotidianas. Me refiero por ejemplo a la filosofía, la historia, a la medicina. Pero, a estas profesiones aplicadas también se les pide eso. Exigencias que condicionan los recorridos de las profesiones y generan sobreesfuerzos.
¿Es disruptivo el abordaje de la salud mental desde la TO?
En nuestras conversaciones, cuando le conté a Emiliano Galende sobre lo que venía trabajando en la tesis del doctorado, él me contó de su experiencia en el psiquiátrico de Rosario cuando se formó en psiquiatría y psicoanálisis. Del impacto que implicó cuando llegaron las mujeres, las trabajadoras sociales, las terapistas ocupacionales y trajeron otros discursos y otras prácticas. Y claro, ellos estaban acostumbrados a la semiología psiquiátrica, a los signos positivos y negativos, y ellas hablaban de la vida. Ahí advertí -hablo de hace más de diez años- que todo ese mundo femenino había quedado por fuera de las instituciones y que ahora ingresaba con nuevas profesiones al campo. Es fuerte, porque en ese momento todavía yo no había empezado a leer sobre género. Así, ingresó al campo lo que estaba afuera que era lo social y era también lo femenino. Era la vida misma que quedaba por fuera en esta semiología médica.
¿Cómo es el matiz que aparece en el libro entre las mañanas y tardes dentro del servicio?
Las TO estaban todo el día en el servicio, donde en la mañana se hacían las actividades terapéuticas que tenían objetivos médicos determinados y una serie de análisis muy precisos de las actividades, y por la tarde se hacían las actividades comunitarias y de recreación. Estas últimas permitían habitar el propio mundo como parte de lo que mejora de las personas. En ese punto, hay una colega que hizo una reseña del libro y menciona que todos tenemos nuestras tardes, como marcando esto que se transmite en la formación que son los objetivos terapéuticos, pero también lo que está como currículum oculto, lo que es valorado también aunque no se explicite. Eso que marca la relación entre las TO con las y los pacientes.
El libro señala dos experiencias bisagra para la inserción profesional de la TO. ¿Cuáles son?
El Borda, año 1964, cuando se abrió el Centro de Día “Roberto Arlt” a cargo de Jorge García Badaracco, y el Policlínico de Lanús, a cargo de Mauricio Goldenberg. Ambas experiencias fueron increíbles, con equipos muy comprometidos y que vivían intensamente la práctica interdisciplinaria en salud mental. Estas experiencias se volvieron laboratorios por donde pasaron muchísimas personas a formarse. Y es importante señalar que muchos de quienes formaron parte de esos equipos pasaron luego a ser docentes y entonces tuvieron mucho que ver con la transición al modelo del campo de la salud mental, que fue marca para toda América Latina y el mundo.
¿Hubo otras resistencias a la hora de que la TO desplegara sus prácticas?
A las de género ya hice referencia, pero hay otras que existieron y siguen estando. Me refiero a hacerle lugar a prácticas vinculadas a la democratización, la participación ciudadana y de distribución del poder. Esto siempre encuentra resistencias en los modelos clásicos en donde se busca concentrar el poder. Pasa en las asociaciones de psiquiatría en general y en la industria farmacológica también. Hay que decirlo, hay mucha investigación en salud mental desde los laboratorios. Y cuando se prueba que tanto una medicación como los tratamientos no medicamentosos están produciendo un bienestar, muchas veces la investigación se abandona.
El libro finaliza temporalmente en 1976. ¿Cómo impacta la dictadura al campo?
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Un descubrimiento fuerte del libro es que ya los poderes se recrudecen a comienzos de los setenta. Con la llegada de Lanusse, incluso antes, los mismos poderes psiquiátricos que estaban en contra de la reforma en salud mental, van frenando experiencias como la de Colonia Federal, en la que estaba Raúl Camino, y los proyectos piloto de transformación del Plan Nacional de Salud Mental se desarticulan. En el Borda y en el Moyano pasa lo mismo, y se consagra esta idea de que toda respuesta comunitaria se lea como comunista. Así se persigue y echa a algunos equipos como el de García Badaracco. Algunos equipos se van a alojar hacia los equipos que estaban desarrollando el plan Goldenberg en Ciudad de Buenos Aires, donde todavía esto no aparecería hasta más adelante. No soy especialista de este momento histórico, pero lo recupero de las entrevistas y del trabajo de campo. Aparecen más tensiones dentro de los equipos, y me refiero a tensiones políticas. Goldenberg se va en 1971 del Lanús al Hospital Italiano. Y luego, puntualmente en la dictadura, los relatos recogidos son mucho más crudos. Los equipos de salud mental abiertos e interdisciplinarios son perseguidos y diezmados.