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Universidad de Buenos Aires - Facultad de Ciencias Exactas y Naturales

09 de Octubre de 2024 | 7 ′ 18 ′′

Huellas del pasado para resolver problemas del presente

El trabajo de los geólogos permite conocer cómo era una región y ubicar recursos naturales. Mediante la transferencia tecnológica, las empresas aprovechan el conocimiento de los expertos para saber, por ejemplo, dónde perforar la roca y obtener hidrocarburos.
Huellas del pasado para resolver problemas del presente

HUELLAS DEL PASADO PARA RESOLVER PROBLEMAS DEL PRESENTE

Al mirar un área rocosa, el común de la gente no ve más allá de eso. Un geólogo, en cambio, puede transformarlas en paleopaisajes: al entenderlas en tres dimensiones puede imaginar cómo eran en la época en que se depositaron como sedimentos.

El conocimiento que generan con sus investigaciones ayuda a reconstruir paleomapas de cada región. Esto permite conocer cómo se formó, por qué es cómo es, y qué podrá aportar en forma de recursos como, por ejemplo, petróleo.

“Participé en muchos trabajos de transferencia tecnológica, en los que mis conocimientos en sedimentología e icnología permitieron resolver problemas que tenían las petroleras. Saber dónde perforar la roca para encontrar petróleo”, contó el geólogo Pablo Pazos.

Pazos es profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, e investigador UBA/CONICET en el Instituto de Estudios Andinos “Don Pablo Groeber”. También es presidente de la Asociación Geológica Argentina.

Pazos se ha especializado en lo que él llama hacer paleontología sin fósiles. Es lo que se conoce como icnología, que consiste en estudiar ecosistemas del pasado por las marcas que los organismos que los integraban dejaron en los sedimentos. Un ejemplo de sus descubrimientos son las huellas de dinosaurios caminando por la playa, de Neuquén, o las de organismos y microbios del fondo marino de hace 400 millones de años en Mendoza.

Sedimentos que cuentan historias

Extraer hidrocarburos es un trabajo que requiere de gran cantidad y variedad de maquinarias y tecnología. Pero, saber dónde hacerlo requiere de conocimientos que sólo se adquieren estudiando los paisajes actuales, para desentrañar qué pueden contar sobre cómo eran en el pasado. Esto lo hacen los geólogos especializados en sedimentología.

Los sedimentos son el producto del desgaste de las rocas. El viento y el agua trasladan este material, que a veces se acumula creando dunas de arena en una playa, o en la costa de un río. Otras veces, llega a un lago o al mar y se acumula en el fondo, o es llevado hacia la costa.

En esos sedimentos viven y circulan seres vivos que, tanto en vida como en su muerte dejan marcas, huellas. Con el tiempo esas evidencias se preservan en las llamadas rocas sedimentarias.

“Nosotros estudiamos los ambientes del pasado a través de las huellas que los seres vivos han dejado en las rocas hace millones de años. Pueden ser de caminatas de dinosaurios u otros animales o, tal vez, simples tubos dejados por gusanos de mar o bivalvos cuando se esconden dentro de la arena”, contó Pazos.

“Son lo que nosotros llamamos trazas fósiles o estructuras sedimentarias biogénicas”, explicó. “Por ejemplo, si encontrás determinado tipo de tubos en las rocas, sabés que el ambiente debajo del agua tenía mucha energía porque esos tubos los utilizan los seres vivos que los produjeron para refugiarse de variaciones en las condiciones energéticas del ambiente”.

“Esto es lo que estudia la icnología, que está a medio camino entre la geología y la paleontología. Porque fósiles no hay. Lo que encontramos son evidencias, marcas, que indican que algún ser vivo estuvo allí. El análisis de todas esas pistas dejadas en las rocas nos permiten reconstruir los ambientes, saber si era un lago, un río, un estuario, un mar, una playa con dunas, etc.”.

Transferir conocimiento a la sociedad

El estudio de las rocas sedimentarias permite interpretar los paleoambientes y así reconstruir cómo se fue formando una cuenca marina, por ejemplo. Este conocimiento es vital para la búsqueda de rocas sello, que son impermeables y los “entrampan” para formar reservorios.

Estos combustibles fósiles se formaron hace millones de años a partir de restos microorganismos, que tras su muerte se depositaron en el fondo de mares y lagos, donde quedaron enterrados bajo capas de sedimentos. El tiempo, la presión y el calor interior de la tierra los fueron transformando en los hidrocarburos que conocemos hoy.

Pazos ha trabajado en gran cantidad de casos de transferencia tecnológica, en los que es consultado por empresas de hidrocarburos. Lo llamaban para resolver problemas o identificar lugares propicios para perforar en busca de petróleo o gas.

Perforar cuesta decenas de miles de dólares por día, así es que no es que pueden hacer perforaciones de forma aleatoria. Los geólogos ayudan a ajustar las interpretaciones que permiten entender cómo se extienden esos reservorios de forma lateral en el subsuelo.

“Las rocas generadoras de hidrocarburos son de un tipo, y las que los albergan una vez que migran son de otro tipo”, explicó Pazos. “Y los hidrocarburos migran de zonas con más presión a otras con menos, y de unas con baja permeabilidad a otras con alta”.

“Por ejemplo, -continuó- los médanos y las barras de marea tienen elevada permeabilidad entre los granos de arena, por lo que son muy buenos reservorios de hidrocarburos. Si yo aplico la sedimentología y afino detalles con la icnología, puedo entender cuáles son las zonas en las que será más factible encontrar petróleo”.

“Una vez me llamaron de una petrolera porque se encontraban con que en un mismo nivel del subsuelo había hidrocarburos y en otra parte del mismo estrado en la que esperaban encontrar no había nada”, relató. “Perforaron para conseguir lo que se conoce como testigo, que son muestras de la roca. Ese tipo de muestreo cuesta unos 30 mil dólares por día. Tuvieron que parar un pozo para sacar el testigo o corona. Es decir, una inversión considerable de parte de la empresa, necesaria, ya que no conseguían descubrir qué pasaba”.

“Me llaman y lo que vi fue algo muy interesante”, continuó Pazos. “Esa zona había sido un gran banco de arena que se extendía por kilómetros y como no habían sufrido bioturbaciones, la permeabilidad era muy buena, lo que permitía que los hidrocarburos migrasen. Pero en la zona donde no había petróleo, que es de donde sacaron el testigo, yo vi que esas rocas estaban totalmente modificadas, había habido mucha bioturbación”.

“Eso generó que no tuviese la permeabilidad adecuada para permitir la migración de los hidrocarburos y se transformó en una barrera. Si yo no supiese de icnología y de sedimentología no podría haber explicado eso nunca”, contó. “Al ver el corte de roca en el testigo me di cuenta de que estaba bioturbado, todo revuelto. La bioturbación es la actividad orgánica, que lo que hace es modificar la estructura de un sedimento que con el tiempo se va a convertir en roca”.

Producción Periodística:
Martín Cagliani - Subsecretaría de Prensa y Protocolo - Rectorado UBA

Responsable Institucional:
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