Es en el nuevo campo de la cosmecéutica donde la cosmética realizó un giro que la vincula con la industria farmacéutica, como consecuencia, se impuso la nueva tendencia de indagar sobre cuáles son los componentes biológicos de los extractos, en vez de utilizarlos puros.
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“Históricamente, en cosmética se trabajó más con extractos vegetales, en cuya mezcla se encontraban moléculas con propiedades benéficas. Pero, en general, estos productos no contenían proteínas y si las había, ya no estaban activas”, contó a InfoUniversidades el doctor Alberto Iglesias, docente e investigador de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (FBCB – UNL).
Mediante técnicas que van desde el clonado hasta la construcción “a medida”, investigadores de la UNL trabajan para identificar y reproducir proteínas con propiedades beneficiosas para fines cosméticos. “El objetivo es trabajar sobre una serie de proteínas que son centrales en esas aplicaciones cosméticas e ir buscando innovaciones y nuevas proteínas”, sintetizó Iglesias.
La ciencia de la juventud
Constantemente aparecen en el mercado nuevos productos “anti age” que apuntan a la innovación científica como estrategia de diferenciación. “Específicamente, nos dedicamos a la identificación de productos relacionados con el crecimiento de células de la piel, y también trabajamos en algunos compuestos con propiedades antioxidantes que actúan como protectores”, explicó el profesional. Se trata de factores fundamentales para contrarrestar el envejecimiento. Por un lado, tenemos que ciertos compuestos son reguladores del crecimiento de las células de la piel, y que es posible modificarlos para favorecer el proceso. Por otra parte, existen enzimas capaces de descomponer los agentes tóxicos creados por el oxígeno.
“El oxígeno tiene un efecto oxidante que produce moléculas con una vida media muy baja pero que son altamente tóxicas. Este estrés oxidativo es una consecuencia de que necesitamos el oxígeno para vivir, pero tiene acciones colaterales tóxicas que son los principales agentes del envejecimiento de las células”, explicó Iglesias.
En la búsqueda
En particular, los investigadores buscan el uso de algas y microorganismos en general como fuente natural o herramienta funcional de producción de proteínas con acciones específicas. “Hay microorganismos que producen este tipo de enzimas. A partir de allí se busca obtener los genes correspondientes, producir esas proteínas, purificarlas y caracterizarlas y así llegar a comprender sus mecanismos de acción”, contó Iglesias.
Para obtener estas proteínas, los expertos pueden seguir tres caminos. La primera opción es obtenerlas directamente del organismo que naturalmente la produce. El científico detalló que “esto genera una serie de condicionantes en la producción de la proteína, ya que sólo se va a poder obtener la cantidad y calidad presente en forma natural”. Un segundo camino es copiar o clonar el gen que posee la información para producir una proteína conocida a partir del ADN del organismo que la genera naturalmente y la tercera opción es similar a un rompecabezas, ya que los investigadores identifican las estructuras que son capaces de cumplir determinadas funciones y combinándolas diseñan un nuevo gen, sin partir de uno preexistente.
De cualquier modo, con el gen que posee las instrucciones para generar la proteína, los científicos pueden insertarlo funcionalmente en otro organismo -una bacteria, por ejemplo- para que produzca la proteína que requiere la industria cosmética.
Al ritmo de las enzimas
Las enzimas son las responsables de regular las distintas reacciones que tienen lugar en las células, es decir que las enzimas son proteínas cuya función es la de catalizar -acelerar- toda las transformaciones químicas celulares. Como no todas las reacciones ocurren con la misma velocidad, su rol es coordinar los cambios químicos de la célula para que transcurran en el tiempo adecuado. “Al estudiar una enzima se puede conocer la estructura proteica que le da propiedades catalíticas, además de estudiar las estructuras que le permiten ser reguladas y las que le dan estabilidad. De esa forma entendemos cómo ocurre la catálisis y podemos regular su funcionamiento y optimizar su estabilidad”, explicó Iglesias. Así, al modificar las proteínas es posible controlar que determinadas reacciones se den y otras no, e incluso cambiar el orden en que van ocurriendo.
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“Este tipo de estudios se hicieron específicamente en cosmética pero pueden aplicarse a diversos campos, porque biológicamente los distintos organismos son parecidos y en los procesos en los que éstos intervienen hay una obligada participación de enzimas”, concluyó Iglesias.