El equipo del Laboratorio de Estudios Farmacéuticos y Biotecnología Farmacéutica que desarrolla medicamentos para tratar el pie diabético
En la actualidad es muy difícil tratar el pie diabético, las escaras o las úlceras venosas, y la mayoría de los tratamientos son paliativos, es decir que alivian los síntomas, pero no llegan a curar las infecciones. Esto ocurre porque las bacterias de la herida forman un biofilm que las protege de antibióticos, antisépticos y del mismo sistema inmune, disminuyendo por lo tanto la eficacia terapéutica de los tratamientos convencionales.
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Se define al pie diabético como una infección, ulceración o destrucción de los tejidos profundos relacionados con alteraciones neurológicas y distintos grados de enfermedad vascular periférica en las extremidades inferiores que afecta a pacientes con diabetes mellitus. Por su parte, las escaras, llagas o úlceras por contacto resultan de una presión constante que daña la piel y los tejidos debajo de ésta. Las escaras varían en gravedad desde las leves (cuando la piel se enrojece un poco), hasta las severas (úlceras profundas que llegan hasta el músculo y el hueso).
Con el objetivo de superar la limitación de los medicamentos tradicionales, un grupo de jóvenes investigadores del Laboratorio de Estudios Farmacéuticos y Biotecnología Farmacéutica (LEFyBiFa) de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia (FBQF) de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) comenzó a desarrollar nuevas fórmulas farmacéuticas para curar este tipo de heridas. El producto está basado en bacterias probióticas, que actúan como una fábrica de moléculas y penetran en la herida con efecto cicatrizante, bactericida y anestésico. “Superamos con éxito la etapa preclínica de experimentación, que incluye ensayos de laboratorio y con ratones”, describió a Argentina Investiga Alberto Ramos Vernieri, quien lidera al grupo de investigación tecnológica.
También integran el equipo María Sesto Cabral y Eliana Solórzano (farmacéuticas); Javier Maldonado (biólogo); Carla Cabrera (biotecnóloga); Romina Chávez (genetista); Nicolás Cerusico (bioquímico); Exequiel González y María de los Ángeles Lazarte (biotecnológos) y Rubén Salim (emprendedor privado). Los jóvenes profesionales señalaron que el desafío a futuro será aplicar el medicamento primero en pacientes sanos y probar su inocuidad, es decir, corroborar que no produzca efectos tóxicos como hipersensibilidad, alergia, edema, eritema, etcétera. El paso siguiente será usar el medicamento en pacientes con heridas crónicas, para observar su evolución real.
Ramos indicó que desarrollaron distintas formas farmacéuticas como geles, cremas, parches y espray, que tienen utilidad para diferentes tipos de heridas crónicas, según sean húmedas o secas. Agregó que en 2013 solicitaron una patente que protege el procedimiento de obtención de ese medicamento ante el Instituto Nacional de Propiedad Intelectual (INPI) y que como titulares figuran el Conicet y la UNT. “La idea de poder patentar desde las instituciones públicas da un poder de negociación cuando se empieza a dialogar con empresas privadas para que los precios del medicamento sean accesibles a futuro. Es una manera de imponer condiciones para proteger a quienes pagaron la investigación, es decir, a la sociedad”, reflexionó Ramos.
El científico afirmó que la línea de investigación tiene más de quince años y que lo más novedoso que consiguieron en el último tiempo fueron desarrollos biotecnológicos que permitieron facilitar la aplicación del medicamento y conocer su mecanismo de acción. “Se pasó de un líquido que era muy difícil de aplicar sobre las heridas crónicas a tener geles o cremas que facilitan la aplicación y el tratamiento, e incluso, permiten repetirlo. Además pudimos dilucidar la composición química del producto, lo que nos posibilitó determinar el mecanismo de acción concreto en los pacientes”, precisó.
Ramos sostuvo que el pionero que dio origen a esta línea de trabajo fue el doctor Juan Carlos Valdez y su grupo de la cátedra de Inmunología de la FBQF de la UNT. Explicó que, en un principio trabajó con cultivos enteros y luego los combinó con plasma rico en plaquetas, obteniendo resultados muy alentadores en cuanto a cicatrización de heridas.
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Finalmente, Ramos opinó que nuestro país y Tucumán en particular tienen muy buen nivel de investigaciones, pero que el problema es la escasa trasferencia al medio. Por ese motivo, el investigador destacó la oportunidad que representó para su equipo ganar –a fines del año pasado– la Competencia NAVES (Nuevas Aventuras Empresariales) promovida por la Universidad Austral a través de su IAE Business School. Dicho certamen les permitió integrar su trabajo con el sector privado, con el fin de buscar apoyo y financiación para sacar el producto al mercado en un futuro cercano.