¿Esponja o trapo? ¿O ambos? ¿O mejor cepillo? Son dudas que en ocasiones surgen en casa ante ciertas noticias que se difunden en los medios acerca de los niveles de bacterias que pueden encontrase en estos “clásicos” elementos de limpieza. Es necesario considerar que la cocina no es un quirófano y que a esta parte de la casa ingresan muchas materias primas como carnes crudas o productos vegetales sin lavar, que pueden tener una carga de bacterias importante e, incluso, alguna bacteria patógena. Y, sin embargo, no nos enfermamos. El lavado de las frutas y verduras, y la cocción de las carnes, huevos o incluso de los productos vegetales eliminará bacterias peligrosas. Lo importante será, entonces, una correcta higiene de las tablas y utensilios usados o cualquier superficie que haya estado en contacto con las materias primas mencionadas.
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Allí es donde volvemos a las esponjas, trapos rejilla o incluso cepillos en la cocina. Si la operación es la limpieza, estos elementos deben estar realmente limpios. Desde la Universidad de Belgrano, la doctora María Claudia Degrossi, quien llevó adelante una investigación a partir del análisis de los hisopados de manos y de superficies de trabajo en cocinas comerciales, señala que la tarea es sencilla: cada vez que terminamos de utilizar estos elementos de limpieza, por ejemplo para lavar la tabla de la cocina o higienizar la mesada de la cocina, debemos eliminar todos los restos de comida que pudieran haber quedado (eliminar todos los restos visibles), ayudados con agua y detergente, y con “energía mecánica”, es decir, estrujando a la esponja o el trapo para ayudar en esta tarea. Luego, sacar todo el exceso de agua que pudiera haber quedado, dejando estos elementos de limpieza de manera que no sigan perdiendo agua.
¿Para qué tanto esfuerzo? Si quedan restos de comida y humedad, las bacterias que pudieran haber quedado en la esponja, el trapo rejilla o el cepillo van a estar muy contentas, procesando ese alimento y multiplicándose. Entre las consecuencias estarán el mal olor que suele percibirse en estos elementos (supuestamente de limpieza) luego de unas horas. Si en estas condiciones usamos, por ejemplo, el trapo rejilla para repasar la mesada, estaremos esencialmente distribuyendo microorganismos, que desde ya son invisibles a nuestros ojos. Si bien la mayoría serán bacterias que alteran la comida, no sabemos si pudiera quedar allí alguna que sea patógena. Seguramente estará en muy baja proporción, con pocas posibilidades de causar un daño, pero es necesario prevenir este tipo de contaminación.
Al fin del día, o cada vez que lo consideremos necesario, luego de haberlas lavado, podemos realizar la desinfección de estos elementos. Una opción es sumergir el trapo rejilla o la esponja en una solución de lavandina que se prepara para ese fin, siguiendo las instrucciones del fabricante. Otra opción es colocarla en un recipiente apto para microondas. Una vez limpia, la esponja húmeda, si se presiona, libera agua, unos 30 a 45 segundos, teniendo luego la precaución de no quemarse al retirarla y dejarla enfriar para volver a usarla.
Es importante recordar también que, cuando estos elementos empiezan a deteriorarse, puede ser más difícil limpiarlos y, por ende, conviene renovarlos.
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Las enfermedades transmitidas por microorganismos presentes en los alimentos siguen siendo un problema de Salud Pública en todas partes del mundo y, sin dudas, la prevención es el mejor camino. La correcta higiene es una de las estrategias más económicas.