En un recorrido histórico, es necesario mencionar que ya en 2001 se inició en la localidad de Las Grutas (Río Negro) un emprendimiento de olivos para producción de aceite llamado “Olivos Patagónicos” y que, en 2005, el Instituto de Desarrollo del Valle Inferior (IDEVI), en convenio con la Empresa Promet SA, desarrolló el programa “Olivares de Zonas Frías”, a partir del cual se implantaron 70 hectáreas de olivos para la producción de aceite en Viedma (Río Negro). A partir de allí las plantaciones de olivo en el sur fueron cada vez más numerosas y la temática cobró relevancia también a nivel político.
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La provincia de Chubut, a través de la secretaría de Ciencia e Innovación Productiva, no estuvo ajena a todas estas iniciativas y en 2011 financió el proyecto llamado “Viabilidad del cultivo comercial del olivo (Olea europaea L.) en Chubut: respuestas morfo-fisiológicas a bajas temperaturas y disponibilidad de agua”, el cual llevó adelante la doctora Nadia Arias, del Grupo de Estudios Biofísicos y Ecofisiológicos de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
Arias se planteó caracterizar eco-fisiológicamente las variedades de olivos: Arbequina, Changlot Real, Frantoio, Hojiblanca y Manzanilla; en términos de su resistencia al déficit hídrico y a las bajas temperaturas y, de esta manera, determinar cuáles de estas variedades son más aptas para su cultivo en la región semiárida de la Patagonia.
El olivo llamado científicamente Olea europaea L. es considerado un árbol muy resistente a las condiciones climáticas, características de ecosistemas semiáridos típicos de la costa patagónica, con prolongadas sequías de verano, y moderadamente resistente a las bajas temperaturas.
Método de cultivo
Los ensayos fueron realizados en el área costera de la estepa patagónica, en plantas jóvenes provenientes del vivero productor C.I.A.S.A (Pocito, San Juan), creciendo en contenedores a campo bajo distintas condiciones de riego (sin déficit hídrico, moderado y alto déficit hídrico).
Arias señaló a Argentina Investiga que de las cinco variedades de olivo estudiadas, todas se adaptaron a las condiciones climáticas reinantes en la región de estudio. Resisten condiciones de baja disponibilidad de agua en el suelo, mediante modificaciones morfológicas y fisiológicas, las cuales tienden a conservar agua pero a su vez seguir produciendo frutos. Si bien bajo condiciones de déficit hídrico las plantas disminuyen el número de frutos, todas las variedades lograron realizar un marcado control estomático, es decir, regular la apertura de los estomas ante condiciones de alta radiación y temperatura y así mantener constantes tasas de fotosíntesis y perder mínimas cantidades de agua por transpiración.
Una de las características del olivo es que puede conservar agua en ambientes áridos y cálidos, lo cual lo hace muy promisorio para ser cultivado en ambientes donde el agua es un factor limitante.
Ahora bien, –se pregunta Arias– ¿cómo hacen los olivos para resistir bajas temperaturas e, incluso, temperaturas congelantes? Los olivos súper enfrían el líquido presente en sus tejidos, lo cual significa que el agua en el interior de las plantas se congela a temperaturas inferiores a 0°C. El olivo puede resistir temperaturas de hasta -13°C sin congelarse y luego estar activo la estación de crecimiento siguiente. Sin embargo, adquirir esta resistencia requiere de modificaciones a nivel celular, particularmente en la pared de la célula (la cual se vuelve más rígida), en la disminución del contenido de agua celular y en la acumulación de sustancias crioprotectoras, como por ejemplo azúcares, las cuales ayudan a disminuir la temperatura a la cual se congela el agua en la planta.
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Todas estas modificaciones, por un lado, dependen del proceso de aclimatación, es decir, las plantas necesitan del descenso gradual de las bajas temperaturas y de la modificación de la luz solar que se dan en el otoño para adquirir la máxima resistencia en invierno; y, por otro, son dependientes de la variedad. No todas las plantas de olivo resisten las mismas temperaturas congelantes y esta característica podría definir las variedades a implantar en la región. Si bien todas las variedades estudiadas se adaptaron a las condiciones reinantes en la región costera patagónica, Arbequina y Hojiblanca serían las que reúnen las mejores condiciones para poder desarrollarse en veranos secos y cálidos, e inviernos húmedos y fríos.