Desde una perspectiva ecológica, el equipo intenta resolver el tema de las hormigas plaga, estudiando todas las interacciones de las especies de la comunidad. “Se trata de controlarlas para que dejen de producir el efecto dañino que tienen para el hombre”, comenta la Dra. Patricia Folgarait, Directora del Laboratorio Hormigas y codirectora del Programa de Investigación de la UNQ “Interacciones biológicas: de las macromoléculas a las comunidades”.
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Lo que hacen es estudiar las reglas por las cuales una especie se sale de los mecanismos reguladores y aumenta su número hasta convertirse en una plaga. “Si descubrimos esos mecanismos, podemos manipularlos y controlar la situación”, asegura Folgarait. A través del estudio sistemático de la relación entre la hormiga y su predador natural, es posible el control biológico de estos insectos sin recurrir a productos químicos como los plaguicidas.
Una de las líneas de investigación que sigue el equipo es el estudio de las Fireants. “En Estados Unidos estas hormigas no tienen enemigos naturales; son carnívoras y sumamente agresivas”, señala la investigadora y explica que estos insectos producen efectos nocivos para el hombre y su economía agraria: “No sólo dañan los sistemas de electricidad donde anidan, sino que además son perjudiciales porque su picadura es muy fuerte y afecta tanto a seres humanos como al ganado vacuno con propensión alérgica. También atacan huevos de vertebrados”.
Para lograr el control biológico de esta plaga, el equipo se adentró en la búsqueda del predador natural. Y descubrieron que los insectos enemigos de la hormiga roja son unas moscas diminutas llamadas Fóridos. En el laboratorio se reproduce el ciclo natural mediante el cual las moscas inyectan un huevo dentro de la hormiga, que crece y la come hasta matarla. De esa larva luego sale la mosca y el ciclo vuelve a comenzar. Los investigadores realizan ensayos de ataque con estos parasitoides para que las moscas pongan sus huevos. Así, los Fóridos se reproducen, se seleccionan y se exportan a Estados Unidos, donde se liberan en los campos para controlar las plagas.
Si bien el equipo trabaja en el laboratorio, la mayor parte de los experimentos están en el campo donde los investigadores testean sus hipótesis in situ, es decir, en el escenario natural. Trabajan en Corrientes, Santiago del Estero, Santa Fe, Chaco y otros lugares de la Argentina, y países latinoamericanos.
“En la actualidad, el grupo además lanzó una novedosa línea de investigación para lidiar con las hormigas cortadoras de hojas: plagas nativas de nuestros jardines. El proyecto incluye, por un lado, el control de las hormigas adultas por medio de sus parasitoides específicos, y por otro, el control del alimento de estas hormigas a través de la manipulación del consorcio de microorganismos que de manera simbiótica interactúan con ellas”, comenta Folgarait.
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Investigación y transferencia de conocimientos se conjugan en la tarea de este equipo de la UNQ que, además de estudiar a las hormigas, encontró la forma de solucionar lo que representa un problema para las actividades económicas y la biodiversidad de ecosistemas del hombre. “Cada pregunta que me interesa responder en relación con las interacciones biológicas siempre aparece asociada a una hormiga”, asegura la investigadora. “Interacciones con plantas, suelos, microorganismos, animales o con el ser humano: siempre hay una hormiga en el medio”, concluye.