El predio de 235 hectáreas ubicado en el cruce de las rutas nacionales 5 y 7, Sede Central de la UNLu, es administrado por el Centro de Investigación, Docencia y Extensión en Producción Agropecuaria (CIDEPA) de la Universidad. “Venimos trabajando en el tema desde 2018, cuando hicimos una jornada de tranqueras abiertas para recabar información sobre las necesidades del territorio respecto de las líneas de investigación que llevaríamos adelante”, señaló a Argentina Investiga Marcos Reche, director ejecutivo del CIDEPA.
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Reche explicó que surgió una demanda muy fuerte para el trabajo en agroecología, tanto en lo intensivo como en lo extensivo y que, en función de esa necesidad, se decidió financiar con fondos propios líneas priorizadas, una de ellas en agroecología.
El CIDEPA destina el 2% de su facturación bruta, fundamentalmente de su unidad de experimentación en producción lechera, a financiar proyectos de investigación de los que también participan diferentes actores institucionales. “Tenemos un proyecto que apunta a generar conocimiento sobre producción agroecológica extensiva articulado con el Ministerio de Desarrollo Agrario de la Provincia, el Municipio de Luján y el Consejo Consultivo Agroecológico, que nuclea a productores del distrito”, informó Reche.
De la iniciativa también participa el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA); el Grupo AgroEcoUNLu, del Departamento de Tecnología de la Universidad; y la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena.
El CIDEPA de la UNLu también decidió financiar una investigación sobre mejoramiento de semillas hortícolas, requerido por productores y productoras del centro de la Provincia de Buenos Aires, en el marco de un Proyecto de Desarrollo Tecnológico y Social (PDTS).
La Universidad articula en este tema con los municipios de Luján, San Andrés de Giles, General Rodríguez y Moreno y ya inscribió un área de su campo en el Registro Provincial Agroecológico del Ministerio de Desarrollo Agrario.
El cambio apunta a dejar de usar agroquímicos, insumos de síntesis, y reemplazarlos por bioinsumos, con un manejo en el que se prioriza la rotación de cultivos, el mantenimiento de la fertilidad y un uso más circular de la energía. De este modo, la Universidad cumple con la ordenanza que prohíbe en Luján la aplicación de agroquímicos en zonas de exclusión con maquinaria autopropulsada o de arrastre, aunque no es taxativa respecto de los bioinsumos, aspecto que a juicio de Reche debería ser revisado. “Trabajamos en ver cómo aportar desde la UNLu para que se permita la aplicación de esos productos con maquinaria”, comentó el director del CIDEPA y puntualizó que “el ensayo extensivo tiene siete hectáreas y no podemos aplicar el bioinsumo con una mochila. Lo agroecológico apunta a la sustentabilidad ambiental y social del sistema productivo, con eje en el hombre y no en el producto”, resaltó Reche y señaló que “esa es la principal diferencia y, en mi caso personal, pienso que es lo más valioso”.
Consultado acerca de la eficiencia de la producción agroecológica, Reche advirtió que “el debate no pasa tanto por la eficiencia sino por cómo interpelamos al modelo actual y generamos desarrollo con distribución equitativa de los recursos”. En este sentido, señaló que según datos del INTA en la mayoría de los cultivos extensivos de soja y maíz la reposición de nutrientes al final del ciclo no alcanza a cubrir lo que el cultivo extrae.
“Estamos haciendo una minería enmascarada”, afirmó. “La producción agroecológica se ordena desde un manejo sistémico, con atención a la mayor cantidad de variables. Puede ser muy eficiente y muy rentable. Las tranqueras están abiertas para quienes quieran venir a ver lo que hacemos”, invitó.
El tambo
La mayor unidad productiva del Campo Experimental de la UNLu es el tambo, que utiliza cerca de la mitad de la superficie productiva y en el que se ordeñan cerca de cien vacas para una producción estimada de 2.000 litros de leche por día.
Agustín Scarnato, jefe del Departamento de Apoyo a las Actividades Productivas del Campo, explicó que el tambo se encuentra en un proceso de modificación de la genética de su rodeo, hacia una mejor aptitud para un desarrollo de producción pastoril. “Las vacas comen dólares y se les ordeña pesos”, graficó Scarnato y detalló que alimentos e insumos están atados a precios “dolarizados” pero el precio de la leche lo fija el mercado interno, por lo que el manejo pastoril contribuye a reducir los costos de producción.
Esta fue una de las razones por las que en 2021 comenzaron a inseminar a las vacas con genética Jersey neozelandesa, más apta para el modelo pastoril, que reemplazará progresivamente a la raza Holando Argentina.
Simultáneamente, la unidad productiva lechera incrementó el cultivo de especies forrajeras para sustituir la utilización de granos en la alimentación de los animales. Sin embargo, la persistente sequía limita el proceso de cambio y lo hace más lento y dificultoso.
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Scarnato, representante del sector no docente en el Consejo Superior y en el CIDEPA, sostuvo que es “necesario y estratégico” que la Universidad profundice la investigación en agroecología para “brindar respuestas a los productores ante preguntas que empiezan a surgir”.