Las nuevas tecnologías y, en especial, los procesos de digitalización e Internet lo modificaron todo. La concepción y las lógicas de los tiempos y los espacios, los vínculos interpersonales y masivos, las rutinas profesionales y familiares, el intercambio y la circulación de los conocimientos, así como también la producción artística. En el presente, las grandes apuestas colectivas con la participación de referentes internacionales y la puesta en escena de productos multidisciplinarios que combinan música, actuación y danza, se hacen realidad.
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Desde aquí, nadie mejor que Diego Romero Mascaró –Director de la Escuela Universitaria de Artes (EUdA) y docente investigador de la UNQ– para describir por qué el arte, afortunadamente, dejó de ser esa creación individual de genios iluminados para definirse a partir de la constitución de obras hechas por y para muchas personas. En esta línea, codirige el proyecto “Desarrollos digitales aplicados al arte” y se especializa en el campo de la realización artística a través de Internet. El ejemplo más ilustrativo es la producción de conciertos colaborativos realizados con las universidades de Nueva York, de Trompson, Nacional de la Artes y de la Cuidad de Hong Kong. En esta entrevista narra las claves de un trabajo hecho con sinceridad y profesionalismo.
-Usted codirige el proyecto “Desarrollos digitales aplicados al arte”. ¿Qué implica? ¿Dónde concentra sus esfuerzos?
-Me concentro en actividades bien diversas, desde el diseño de nuevas aplicaciones y software, hasta la creación de hardware para ser utilizado en las artes. En este sentido, me especializo en una línea más incipiente que se vincula con producir arte en realidad virtual y, por otra parte, en el desarrollo de proyectos artísticos a través de Internet, espacio en el cual tengo más experiencia. En este marco, la patente que sacamos junto a Esteban Calcagno (director del proyecto) surgió a partir del trabajo interdisciplinario y de una necesidad puntual.
-Se refiere a la ficha del adaptador universal…
-Sí, claro, como advertimos que los productos que venían del exterior costaban una fortuna, decidimos fabricar la ficha de audio nosotros mismos y a muy bajo costo. La patente, en la actualidad, está protegida en Argentina y en Europa y, en efecto, está lista para ser licenciada.
-Muy interesante: conocimientos autóctonos puestos en valor para responder a una necesidad que estaba insatisfecha. Ahora bien, volvamos a su investigación: ¿de qué se tratan los proyectos artísticos a través de Internet?
-Existe muy poca bibliografía al respecto, por lo que aún se trata de un área de vacancia que requiere ser desarrollada con nuevas producciones, así como también a partir de la conformación de redes y vínculos internacionales. En principio, el objetivo era producir conciertos colaborativos pero hoy el horizonte es diseñar un producto capaz de incorporar a todas las artes. De hecho, trabajamos con otros músicos pero también con artistas visuales y bailarines.
-¿Qué ventajas plantea la realización artística a través de Internet?
-Permite afianzar el vínculo con artistas de cualquier lugar del mundo y crear una obra colaborativa sin la necesidad de compartir un espacio físico concreto. Esa mesa tradicional de discusiones en la que se debatía respecto a lo que se produciría –ese intercambio de ideas que todo producto artístico requiere– se traslada a la red. Y también, quizás lo más interesante, también se traslada la puesta en escena.
-¿Cómo es eso? ¿Utilizan software específico?
-Empleamos un software que permite que el audio no resigne calidad a partir de la compresión y, en efecto, uno escucha la pieza de la misma manera que lo hace con un CD en la casa. En el caso del video todavía utilizamos plataformas de dominio masivo, como puede ser Skype, y sumamos videoartistas y demás especialistas para conseguir que la imagen sea intervenida y la obra, en definitiva, gane complejidad.
-¿Cómo acceden los usuarios?
-Pueden acceder a la presentación final de la obra a partir de un streaming –a través de una dirección web– y, en simultáneo, visitar alguna de las locaciones desperdigadas por todas partes del mundo. Entonces, como ya ha ocurrido, las personas pueden acercarse y ver la obra de nuestros músicos en el auditorio de la UNQ, mientras en una pantalla se desarrolla la presentación final que engloba a las producciones de lo que está ocurriendo en Nueva York, Paris, Singapur, Río de Janeiro o Hong Kong. Como responden al espíritu colaborativo, se generan productos con múltiples actores y estilos.
-¿Cómo es el proceso de preproducción? ¿Cuánto tiempo lleva?
-Nos comunicamos por correo, por teleconferencia y viajamos a encuentros internacionales. La meta es adquirir un ritmo de trabajo para componer un colectivo artístico estable con tiempos semanales de ensayo bien estipulados, pero soy consciente de que eso toma su tiempo, sobre todo, porque los husos horarios son bien distintos. Por otro lado, más allá de las bondades de las nuevas tecnologías, es cierto que no hay como el contacto cara a cara. Las discusiones sobre la estética y la puesta a punto de los proyectos adquieren un tinte distinto. Las rutinas de trabajo se disfrutan más.
-Es muy interesante la idea de obra colaborativa porque se suprime el concepto del arte ligado al genio individual de una sola persona…
-Coincido; es una forma de encarar el trabajo, una manera de encarar la vida. En la composición musical todavía está presente el tono individualista del arte, pero ello se contrapone con una realidad: la mayoría de los artistas son muldisciplinarios. Es posible manejar las diferentes herramientas y todas al mismo tiempo: tocar, actuar y producir videos. Lo mejor de trabajar en equipo es que uno puede aprender mucho de los colegas que tiene al lado y que, seguramente, tienen saberes para ofrecer porque sus trayectorias, conocimientos y experiencias son distintas a las propias.
-Por último, ¿a qué tipo de público apuntan? ¿El arte para quién?
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-Quiero creer que a todo público. Elaboramos propuestas que intentan abrir puestas en escena que buscan superar el arte concebido a partir de producciones elitistas, pero que también invitan a un recorrido diferente por parte de los espectadores. No son obras predigeridas ni masticadas. Hacemos música actual y, en este sentido, pretendemos interpelar estéticas variopintas y atravesar géneros. No descubrimos la pólvora ni mucho menos, pero sí te puedo asegurar una cosa: todo lo que hacemos es con sinceridad y profesionalismo. Cuánta más personas se interesen para nosotros mucho mejor. De hecho, ese es el principal objetivo del presente y a futuro.
Diego Romero Mascaró