El río Reconquista nace entre pastizales, a la sombra de talas y espinillos, cuando se unen los arroyos La Choza, Durazno y la Hoqueta en el partido de General Rodríguez. En sus 80 kilómetros de recorrido, recibe nuevos afluentes y visita 20 partidos de la provincia de Buenos Aires. Más de cuatro millones de personas trabajan y sueñan en su cuenca: algunas de las más ricas y las más pobres de la Argentina. Mucho se le pide, poco se le da. Vacas y fábricas, casonas y casitas, se nutren, se aprovechan, dan la espalda o tratan de ponerse a salvo de sus aguas, que una vez dieron vida y hoy se convierten en dadoras de muerte, a medida que se cargan de veneno en su lento recorrido hacia el Río de la Plata.
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Empezar la limpieza
La UNSAM, junto con la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y en coordinación con distintas áreas de gobierno e institutos de investigación, participan de los esfuerzos para comenzar a sanear este curso de agua.
El primero de los proyectos se dio en llamar “Mejora de la gestión de las masas de agua que están contaminadas con metales”. Daniel Cicerone, uno de los científicos a cargo del estudio y coordinador del mismo a nivel nacional, cuenta sus inicios: “En 2005, con investigadores de Uruguay y México, comenzamos a preguntarnos cómo contribuir a mejorar la calidad de los cursos de agua de nuestros países”. En esta búsqueda, pronto se incorporaron otras naciones latinoamericanas: hoy son nada menos que once, en el marco de un proyecto del Acuerdo Regional De Cooperación para la Promoción de la Ciencia y Tecnología Nucleares en América Latina y El Caribe (ARCAL).
Participan del mismo grandes y pequeños países de la región, con distinto tipo de desarrollo tecnológico. A los tres iniciales se sumaron Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Perú, República Dominicana y Venezuela. “Cada uno de estos países eligió un ecosistema relevante donde desarrollar este proyecto; en el caso de Argentina, se trata del tramo del río Reconquista comprendido entre la ex Ruta 8 y el Acceso Norte”, detalla Cicerone.
¿Por qué el Reconquista? Las razones fueron varias: relevancia de la cuenca, gravedad de su problemática (es la segunda más contaminada de Argentina luego de la del río Matanza-Riachuelo), accesibilidad y pertinencia de la localización de los investigadores involucrados. “El Reconquista es responsable de un tercio de la contaminación del Río de la Plata, curso de agua del que se abastecen 14 millones de personas”, advierte Cicerone. El tramo elegido ofrece un interesante material de estudio para los científicos. O, como le gusta decir al científico, una “casuística” generosa: variedad de contaminantes, domésticos e industriales, ya inundaron al río cuando entra en el partido de San Martín.
El foco de preocupación también fue muy meditado. Por confluencia de saberes, infraestructura disponible y necesidades, los investigadores eligieron concentrarse en el análisis de la contaminación por metales. Se trata de un problema insidioso: sin producir olor ni cambiar el color de las aguas, algunos metales pueden ser muy tóxicos para la vida acuática y la salud humana.
En el Reconquista se encontraron altas concentraciones de metales pesados, como zinc, cromo y cadmio. Estos compuestos provienen en particular de la industria del papel, curtiembres, metalúrgicas y tintorerías, muchas de las cuales vierten sus efluentes con tratamientos deficientes o, lisa y llanamente, sin tratamiento. Este problema podía ser encarado de manera confiable gracias a la experiencia de varios de los investigadores en el área de la tecnología nuclear, la que ofrece técnicas para detectar los metales, incluso en bajas concentraciones.
Pero no sólo se trataba de salir a medir contaminación. Los datos crudos preocupan, alarman, pero ofrecen pocas líneas de análisis en función de planes rigurosos para comenzar a cambiar la situación. “Frente a una problemática común en la región, la de nuestros ríos contaminados, queríamos ofrecer una herramienta de gestión: desarrollar un índice de calidad de agua”, adelanta Cicerone.
Medir y valorar
La propuesta era ambiciosa: de este modo coordinado, se encaraba por primera vez en América Latina. Y los involucrados sabían que no era fácil. Había que consensuar criterios, poner a prueba modelos, determinar qué información era relevante y cuál podía dejarse de lado.
Un índice de calidad de agua es algo bastante abstracto. Cicerone recurre a una serie de metáforas de la medicina para explicarlo. “Propongo pensar en la medición del colesterol o la presión arterial: ésos son datos. Podemos hacer algo con esos datos: compararlos con ciertos niveles deseables, y decir, por ejemplo, que tener más de cierto valor de colesterol es malo para la salud. Lo mismo pasa con el agua: si supera cierto nivel de arsénico, por ejemplo, no es apta para el consumo humano. Pero podemos ir todavía un paso más allá. Hacer un diagnóstico, como cuando el médico nos dice: con esa presión, ese colesterol, y si usted fuma, no puede correr una maratón”, compara.
Un índice, entonces ¿es una evaluación más totalizadora? “En cierto modo, sí”, responde Cicerone. “Un índice, en el caso de calidad de agua, hace un promedio pesado de indicadores de calidad: pH, temperatura, oxígeno disuelto, nitratos, concentración de metales, entre otros. Y compara el estado actual del curso de agua con un estado objetivo al que se quiere llegar (protección de la vida acuática, por ejemplo) y nos da una idea bastante clara de cuánto falta para alcanzarlo.”
Además de la adopción del índice que, ya consensuado, está en etapa de aprobación en los países que participan del proyecto, el trabajo se ocupó de la formación y perfeccionamiento de recursos humanos en la región. Hubo que demostrar a la agencia financiadora, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que en Latinoamérica y el Caribe estaba la "expertise" necesaria para formar a los técnicos e investigadores requeridos para abordar la temática. Y se logró. La UNSAM está a cargo de dos cursos a distancia, apoyados en la plataforma de "e-learning". “Es una ocasión enriquecedora, que muestra que es posible sumar voluntades y experiencia para encarar desde aquí los problemas de la región”, resume Cicerone.
La UNSAM participa en otro importante trabajo de investigación sobre el Reconquista, complementario del anterior. Se trata del “Estudio Ambiental del Río Reconquista en su Recorrido en el Partido de General San Martín”. Son varias las escuelas e institutos involucrados, en una colaboración entre distintas disciplinas que necesitan dialogar para avanzar hacia la comprensión de procesos dinámicos.
El trabajo hace foco en el mismo tramo del Reconquista. Pero en este caso se trata de salir a buscar los datos: tanto los que ya están relevados como los que se considera pertinente relevar. Medir, en lugares más o menos contaminados, la calidad del agua. Medir junto a las bocas de salida de las industrias que contaminan. Medir en el fondo del río, en los lodos que fueron recibiendo día a día, año a año, la carga persistente de los tóxicos. Medir con técnicas de datación -como las que se basan en los isótopos del cesio y el plomo, igual que se hace con las obras arqueológicas, usando el carbono 14- los que permiten reconstruir la historia de la vergüenza.
Y diseñar modelos que permitan comprender qué pasa en el río con los contaminantes: cómo se transportan, cómo se transforman, dónde y cómo se depositan. Y proponer alternativas. Porque todo este relevamiento de campo, y los experimentos que se desarrollen en paralelo en los laboratorios, permitirán adoptar medidas de mitigación y remediación adecuadas a la realidad del ecosistema que nos preocupa y ocupa. Y porque toda esta información será transferida a las autoridades del partido de San Martín y de la provincia de Buenos Aires, para que informe las decisiones sobre esta problemática.
El río esta enfermo. Y está enfermando a sus habitantes. Diversas ONGs, gobiernos municipales y el propio Estado provincial solicitaron el urgente saneamiento de la cuenca. Es vital completar el diagnóstico y trabajar en su tratamiento.
Un esfuerzo coordinado
Además de la UNSAM y la CNEA, en el proyecto “Gestión Regional de la Contaminación de Cuerpos de Agua Superficiales Contaminados con Metales Mejorada” se buscó que participaran actores clave en las tomas de decisiones, como la Honorable Cámara del Senado de la Nación, el Ministerio de Desarrollo Social, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, la Defensoría del Pueblo de la Nación, el Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR), la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE). La financiación está a cargo del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
La cuenca en cifras
-La cuenca del Reconquista comprende 167 mil hectáreas.
-Tiene 134 cursos de agua que recorren un total de 606 kilómetros, de los cuales 82 corresponden al río Reconquista.
-El caudal del Reconquista varía ampliamente: entre 69.000 y 1.700.000 metros cúbicos por día.
-Tiene poca pendiente: nace a apenas 30 metros sobre el nivel del mar. Por eso es afectado por las Sudestadas, que detienen su curso y provocan inundaciones.
-La cuenca abarca 20 partidos de la Región Metropolitana de Buenos Aires: San Fernando, Hurlingham, Ituzaingó, San Miguel, San Isidro, Moreno, General Rodríguez, Morón, General San Martín, Merlo, Tres de Febrero, General Las Heras, Tigre, Marcos Paz, Malvinas Argentinas, José C. Paz, Luján, Vicente López, Navarro y Mercedes.
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-Viven en la cuenca 4,2 millones de personas, lo que representa el 11,7 por ciento de la población del país.