España, como otros países, vivió en los últimos años una serie de sucesos vinculados a la crisis alimentaria que dejaron en evidencia la necesidad de comunicar de modo adecuado los problemas a la comunidad. Puntualmente, se trató de casos de intoxicación con aceite adulterado de colza, brotes del Mal de la Vaca Loca y de Gripe Aviar. Por ese motivo, la formación de los investigadores en su relación con los medios masivos de comunicación fue uno de los temas primordiales tratados en las ponencias de la XVII Reunión Científico Técnica, organizada por la Asociación Argentina de Veterinarios de Laboratorios de Diagnóstico (AAVDL) y la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
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“La comunicación de riesgo es parte de lo que los investigadores llamamos Análisis de Riesgo”, señaló el profesor José Manuel Sánchez-Vizcaíno, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad Complutense de Madrid, que brindó una charla sobre el tema. Se trata de un factor importante a tener en cuenta para poder informar a la comunidad las posibles consecuencias de enfermedades emergentes o problemas alimentarios. “Cuando se hace un análisis de riesgos, es preciso averiguar cuáles son las enfermedades más probables que nos afecten en los próximos tiempos debido al cambio climático o las nuevas situaciones globales, pero también es necesario saber cómo comunicar esos problemas a la sociedad, porque es tremendamente importante que esté bien informada”, sostuvo el investigador español a InfoUniversidades.
En este sentido, dio ejemplos concretos de las consecuencias nefastas que pueden acarrear la falta de comunicación o la “mala información”: “En España vivimos varios momentos problemáticos, por eso el grupo de investigación que integro decidió que debíamos dedicarle más tiempo a la comunicación de crisis. La situación más emblemática para nosotros fue la contaminación con aceite de colza, noticia que seguramente nunca se difundió aquí en Argentina. Se trató de un aceite que llegó al país de manera ilegal, que se utilizaba para industria y que unos señores manipularon químicamente para transformarlo en producto de consumo. La consecuencia fue que generó enfermedades jamás descriptas y un problema enorme, tanto desde el punto de vista epidemiológico, como desde el lado de la información”.
La segunda situación tuvo que ver con los brotes en España de Encefalopatía Espongiforme Bovina o Mal de la Vaca Loca. La información que circulaba aseguraba que el país no iba a ser afectado por la enfermedad. “Se manejó mal el sistema de comunicación, hubo una gran falta de cooperación y coordinación entre los distintos ministerios del Estado. La incertidumbre que generaba la enfermedad produjo un problema de alarma social terrible y de crisis sanitaria como yo pocas veces había visto. Y cuando creí que después de lo de la Vaca Loca no íbamos a ver nada más, apareció la locura de la Gripe Aviar, que demostró que seguíamos teniendo la comunicación de riesgo como una asignatura pendiente. A partir de allí potenciamos todavía más el trabajo en ese mundo, porque los veterinarios no producimos animales, sino alimentos, y estamos cerca de la sociedad que quiere tener información de lo que está comiendo. Vimos la necesidad de colaborar más con la prensa y llegar a la sociedad con antelación, antes de que pueda pasar algo”, expresó el investigador.
Comunicación entre dos mundos
De acuerdo con Sánchez-Vizcaíno, el primer elemento a tener en cuenta para lograr una buena comunicación de las crisis es informar antes de que los hechos ocurran, porque la sociedad debe saber los riesgos que tiene, antes de que surjan las contingencias. Se debe realizar una comunicación proactiva antes que defensiva. “Debemos ser transparentes”, dijo el investigador. “Lo segundo es la utilización de un lenguaje sencillo, claro y que llegue a todos. No sirve de nada hablar para unos pocos o para un mundo especializado, sino usar palabras sencillas, porque aun lo más complicado del mundo se puede decir de modo simple”, destacó.
En tercer lugar, la comunidad científica debe superar sus prejuicios al relacionarse con los medios. “En general a los investigadores, los periodistas nos dan miedo, porque a veces pensamos que no nos van a entender, o que van a publicar lo que les parezca: ha habido una especie de no-relación. Es un aspecto que debemos mejorar los investigadores antes que los periodistas. Debemos confiar en ellos y entenderlos en lo que se refiere a la comunicación de urgencia, dar importancia a los extractos, a la información clara y simple de interpretar”, aseguró.
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Al mismo tiempo, puso énfasis en la formación de periodistas que traten temas de crisis, ya que la comunidad científica española detectó que la sociedad demanda más información sobre salud, incluso más que de deportes o de la vida política. “Es cada vez más creciente el interés de la gente. La prensa también se dio cuenta de eso y publica más noticias de crisis, pero no pasó a la siguiente fase, que es tener periodistas especializados. Entonces muchas veces esos asuntos son tratados por profesionales que tocan temas de sociedad. Informan sobre salud como una serie de sucesos antes que como fenómenos de conocimiento. Lo que se produce es que los temas se desenfocan en relación a cómo deberían trabajarse esos datos, porque los periodistas tienen que buscar el titular, el sensacionalismo, pero se debe evitar que se transformen en algo negativo. En el fondo, lo importante es que se comuniquen mejor los dos mundos y de esa manera la sociedad recibirá una mejor información”, concluyó Sánchez-Vizcaíno.