El proyecto, encabezado por el ingeniero Luis Orlandi, analiza diferentes dimensiones de la factibilidad de la producción de bioetanol lignocelulósico, una variedad obtenida a través de la fermentación del rastrojo de maíz y sorgo.
> Leer también: Los biocombustibles y la sustitución del petróleo.
“Primero medimos la factibilidad económica de la obtención del bioetanol lignocelulósico a través de un modelo matemático”, explica Orlandi, investigador de la Facultad de Ingeniería de la UNLZ, y continúa: “A partir de ahí, una segunda etapa tiene que ver con determinar la magnitud apropiada de la planta industrial, y la última parte, con su ubicación”.
El bioetanol es un sustituto de los combustibles convencionales, que se obtiene a través de la fermentación alcohólica de distintos productos. Están aquellos que utilizan como materia prima cultivos alimenticios como el maíz, el trigo, el sorgo, la caña de azúcar o la cebada, a los cuales se los denomina de primera generación, y los que se obtienen a partir de residuos forestales o residuos de procesos agroindustriales, llamados de segunda generación.
En la Argentina, existen empresas que producen bioetanol a base de caña de azúcar, la mayoría ubicadas en Salta, Jujuy y Tucumán, mientras que otras, emplazadas en Córdoba, San Luis y Santa Fe, lo obtienen del maíz.
Según indicó Orlandi a Argentina Investiga, este tipo de producción “compite con la industria alimenticia” y “en este momento el mundo está ávido de estos alimentos. Nuestro proyecto se basa, en cambio, en obtenerlo de los residuos del maíz y el sorgo, que es el rastrojo”.
El rastrojo que queda en los campos suele utilizarse para la siembra directa, es por eso que el ingeniero resalta que sacando el 30% de ese rastrojo puede producirse bioetanol sin perjudicar al campo. “El rastrojo de maíz lo tenés en casi todos los campos del país en cantidades muy grandes, porque la cantidad de este residuo está relacionada con la cosecha del maíz, que en la Argentina es muy grande”, remarca.
En una primera etapa, el equipo de investigación estudió la factibilidad económica de la producción de bioetanol, a partir de un modelo matemático que “te indica el precio de venta del producto que vos vas a obtener, y si al compararlo con el valor en el mercado es igual o menor, entones es competitivo, es factible”.
En ese sentido, comparando ese valor con el precio de venta del biocombustible informado por la Secretaría de Energía de la Nación, determinaron que la producción es factible en tanto la planta se encuentre a no más de 300 kilómetros del lugar de donde se obtiene la materia prima. La distancia resulta una variable relevante por el alto costo del transporte.
En una reciente etapa del proyecto, se propusieron realizar un trabajo estadístico que permita detectar la zona del país con mayor provisión de rastrojo de maíz y sorgo. De esta manera, con los datos disponibles en el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, se analizaron las localidades con mayor nivel de producción y a través de la herramienta de geoposicionamiento se obtuvo un mapa de los “centroides” óptimos para la ubicación de una planta.
“Una vez obtenidos los centroides, aplicamos la fórmula de ingeniería de Brown y Gibson para determinar la ubicación de la planta de acuerdo a la evaluación de distintas variables”, señala Orlandi.
La fórmula utilizada evalúa factores objetivos como el costo de mano de obra, la disponibilidad de materia prima y su costo; la prestación de servicios; el costo de los terrenos, y factores subjetivos como el clima social y la competencia. “Esto nos da un índice de localización, cuyo número más alto es indicador de viabilidad”.
De este entrecruzamiento de datos, resultó que la localidad cordobesa de Unión es el lugar más apto para montar una planta de producción de bioetanol lignocelulósico. “Este tipo de investigaciones allana el camino para quienes estén interesados”, considera Orlandi.
Finalmente, es importante comenzar a trabajar en el desarrollo de biocombustibles que se obtengan de productos que no compitan con los alimentos. En la Argentina, estos se mezclan con las naftas, lo que genera un ahorro de combustibles fósiles y reduce la emisión de gases de efecto invernadero. “Cuanto más porcentaje de biocombustibles tengan las naftas, menos contaminación se genera”, concluye.
> Leer también: Llegaron los adoquines anti-smog.
El equipo se completa con la licenciada Irma No y el ingeniero Adalberto Ascurra.