“La vida misma es mi mayor influencia. Todo lo que veo de la vida me interesa formularlo, plasmarlo, tomando en cuenta las relaciones y los deseos”, decía Pina Bausch. Fundadora del teatro-danza, y creadora de obras tan polémicas como celebradas alrededor del mundo, la famosa coreógrafa revelaba así la génesis de cada uno de sus trabajos.
> Leer también: Encuentro comunicacional a través de la danza.
Tras formarse en la escuela expresionista con Kurt Joss, Bausch pasó un período en la Juilliard School de Estados Unidos, donde la influencia de artistas de la talla de Anthony Tudor, José Limón y Mary Hinkson fue determinante. Con este bagaje, reg0resó a su Alemania natal para hacerse cargo, desde 1974, de la compañía Tanztheater Wuppertal, con la que llevó a cabo la transformación más importante de la danza como lenguaje escénico. “En la danza-teatro se produce la lectura histórica en el mismo momento en que la historia está ocurriendo. Cuando Pina Bausch da cuenta de la necesidad de un lenguaje diferente, el discurso crítico y el público coinciden con ella en que el suyo es otro lenguaje. Su reconocida frase ‘no me alcanza la danza para hablar del mundo’ es tanto una declaración de principios como un gesto fundacional, sobre todo cuando se hace cargo de la Wuppertal, en medio del expresionismo y la segunda posguerra”, señala a InfoUniversidades Pacha Brandolino, director y docente de Composición Coreográfica en Danza-Teatro del departamento de Artes del Movimiento del IUNA.
Los primeros espectáculos de danza-teatro provocaron resistencia. Bausch se arriesgó a un escenario complejo donde se funden la actuación, los bailes populares, la comedia musical y toda clase de elementos expresivos; un espacio abierto en el que los cuerpos se mueven más por las emociones que por el ritmo o la métrica establecidos por los preceptos de la danza. “En sus trabajos Pina Bausch combina materiales que hasta entonces eran imposibles de combinar”, explica Brandolino. “Ella introduce el gesto cotidiano llevado al estadio coreográfico, lo vincula a la puesta en escena de las situaciones propias de la sociedad europea -la semblanza costumbrista, la fiesta de etiqueta, todo rito social- y lo repiensa desde la ruptura, alejada del formato ballet o cualquier otra estructura coreográfica. En este sentido, es posible ver en sus puestas dos o más situaciones escénicas en un espacio en el que se disuelve la noción de fondo y figura, dando lugar a distintos focos de atención escénica”.
El abandono de la puesta en escena habitual -se baila sobre césped, tierra húmeda o bajo cascadas de agua-, la utilización de objetos -sillas, bicicletas, esquís- fueron características de las obras de Pina Bausch y su compañía. Desde sus primeros trabajos (“Ifigenia en Táuride”, “Orfeo y Eurídice” o “Adagio”, entre otros) se hace ostensible la ruptura con toda convención; sin embargo, aquello que el público inaugural de sus obras entendía como arbitrariedad e inconexión no era otra cosa que una firme coherencia poética. “En realidad se produjo un problema de comprensión. Antes de mi llegada había una compañía clásica adorada por un público que no había visto otra cosa y percibía mi trabajo como una provocación, pero no era eso”, declaró.
En su exploración de las emociones más íntimas, las relaciones entre hombres y mujeres, el amor y la soledad, la vida y la muerte se exponen abiertamente. “Sus piezas tienen que ver con sus propias preguntas respecto de tres temas: la naturaleza humana, el amor y su praxis, su quehacer. La esencia artística de Bausch pasa por estos tres ejes principales, con todas sus posibles derivas”, explica Pacha Brandolino. En este sentido, la coreógrafa monta una multiplicidad de gestos y movimientos de sus bailarines que traducen aspectos fundamentales de la condición humana.
El proceso creativo de Pina Bausch era arduo, ya que buscaba en el alma de sus artistas. Para ella, “la danza no parte de un texto ya existente, sino de un juego de experiencias que consiste, en el fondo, en reconocer algo todavía desconocido”. Los integrantes de la Wuppertal respondían preguntas complejas para exteriorizar sus deseos, estados de ánimo o temores, material con que la coreógrafa componía a modo de collage. Al respecto, Brandolino destaca que “sus procesos compositivos no eran tan largos como escabrosos. Ella pedía a sus bailarines que definieran, por ejemplo, qué es el amor o la muerte, pero no como algo inabarcable; la propuesta radicaba en elaborar asociaciones o abordar el recuerdo de un sonido que todos podemos reconocer. A partir de un tramo de estas asociaciones, Bausch comienza a componer. Lo que inaugura es este procedimiento poético que supone crear desde algo pequeño pero cotidiano, donde cualquier espectador se vea reflejado; este procedimiento temático se transforma en procedimiento compositivo coreográfico, recurriendo a formas provistas por las danzas populares o las situaciones urbanas”.
Bausch creó coreografías ineludibles. En 1980 presentó en Argentina “La Consagración de la Primavera y Café Müller”, la única pieza en la que la autora baila, una recreación de su propia infancia en el café de su padre y que abre la película “Hable con ella”, de Pedro Almodóvar. Además, dirigió “Die Klage der Kaiserin”, rodada entre 1987 y 1989, una película compuesta por escenas breves montadas a modo de collage que reflejan los mismos elementos con los que solía trabajar.
Esa visita al país la inspiró para componer “Bandoneón”, otro de sus trabajos emblemáticos. Brandolino cuenta que “por decisión estética y política de Bausch, la Wuppertal fue una de las primeras compañías europeas formadas por artistas de todo el mundo, ya que le interesaba la convivencia cultural”, diversidad plasmada en sus espectáculos con una perspectiva alejada de los estereotipos. Bausch tenía una capacidad única de crear atmósferas, “‘Bandoneón’, que presentó aquí en 1995, es una compleja obra de más de tres horas de duración en la que nunca se baila tango. La acción transcurre en un salón de baile que transmite la atmósfera de una milonga, pero en ese escenario pasan otras cosas. Eso es lo que me parece notable de su trabajo: la enorme sensibilidad para captar las esencias”, concluye Brandolino.
> Leer también: Estudian la “coreografía cósmica” que forman las órbitas de un particular sistema exoplanetario.
Referente para artistas de todo el mundo, la importancia de Pina Bausch trasciende el terreno de la danza. Su profundidad, potencia escénica y espíritu innovador serán siempre una apertura hacia nuevas sensibilidades.