Gracias al ritmo que adquirió la campaña de vacunación, se observan efectos benéficos que comienzan a palparse en todos los sentidos. Disminuye la transmisión viral y, como resultado, se comunican buenas noticias: por un lado, se reducen las hospitalizaciones y muchas instituciones sanitarias evidencian una ocupación muy similar a la época prepandemia; al tiempo que los laboratorios que procesan muestras experimentan jornadas con cero casos positivos. Es el caso de la Plataforma de Servicios Biotecnológicos (PSB) de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
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Alejandra Zinni, directora del Departamento de Ciencia y Tecnología y referente a cargo del proceso, describe cómo se transformaron sus rutinas laborales y se anima a vislumbrar un horizonte mejor.
–Desde la PSB, ¿perciben los impactos positivos que ya comienza a evidenciar la campaña de vacunación?
–Durante toda la pandemia me caractericé por ser pesimista, pero en verdad éramos realistas: estábamos complicados en serio. Desde hace varias semanas estamos muy confiados y todo el mundo se sorprende. Creemos que se vienen tiempos mejores, tenemos muy buenas expectativas. Además, el foco no sólo debe concentrarse en los contagios, sino en la cantidad de personas que terminan hospitalizadas y que luego fallecen, eso es lo que hay controlar y, por el momento, todos los indicadores son positivos.
–La positividad disminuyó muchísimo a nivel país. La Argentina ha llegado a estar en un 65% como promedio general. Es decir, de las muestras procesadas, más de la mitad correspondían a casos COVID-19…
–Eso es muy importante. En lo que es determinación por PCR, hemos tenido muchas jornadas con cero positividad. Lo repito porque constituye todo un síntoma, porque a veces nos parece increíble a nosotros mismos, porque estamos viviendo una situación epidemiológica muy favorable, porque estamos aliviados. En la UNQ, nuestro porcentaje histórico de positividad, sostenido durante toda la pandemia, estuvo por encima del 50% también. Era altísimo.
–¿Cómo se modificaron las rutinas de trabajo?
–Volvimos a sonreír. A diferencia del trabajo durante el 2020, en que todo era más artesanal, el 2021 fue distinto. Gracias a un esfuerzo nacional impresionante, nuestro laboratorio accedió a subsidios muy importantes, que nos permitieron equiparnos con tecnología de nivel. Hoy contamos con dos PCR de última tecnología, dos robots para el procesamiento de muestras y un buffer de extracción, que nos permitió ser más eficaces en las rutinas diarias. La segunda ola nos encontró mucho mejor preparados, desde lo instrumental y con un aprendizaje muy fuerte.
–Algún aprendizaje dejó la pandemia…
–Sí, pienso que las capacidades instaladas desde los recursos humanos y el personal científico-tecnológico, servirán para abordar otras problemáticas desde un lugar de mayor conocimiento. Me refiero a otros virus y enfermedades de importancia. Algo muy valioso es que los científicos y científicas aprendimos a trabajar de otra manera, con espíritu colaborativo, en forma más abierta con distintos actores sociales. Interlocutores con los cuales no estábamos acostumbrados a dialogar; me refiero a la articulación con los gobiernos provinciales y municipales, con el sector de la salud. Empujados por la presión de tener que brindar resultados, la pandemia nos marcó otros tiempos. Y pienso que respondimos muy bien.
–¿Qué sentimiento no le gustaría volver a experimentar?
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–El miedo, ese que se siente en la panza, el que se vincula con no saber a lo que nos enfrentamos, a lo que puede pasar. Al comienzo, en 2020, ese temor pudo superarse porque hubo una comunión de personas que se pusieron a laburar, un verdadero equipo: cuando uno decaía, el otro sostenía. El primer test que nos dio positivo sentimos un miedo a la muerte horrible. El temor más visceral y primitivo. Eso no quiero que vuelva más, no lo había sentido en la vida.