Una pandemia, con las características de la de COVID-19, era una posibilidad bastante certera barajada por científicos e investigadores en el mundo. Un fenómeno de este tipo podría considerarse como la amenaza más concreta que aqueja a la humanidad: un escenario donde un virus, hasta ahora desconocido, muta, de forma natural o por una intervención hecha en un laboratorio, y contagia a millones de personas de manera global. Lo que podría ser el argumento de película de ciencia ficción o una teoría conspirativa se convirtió en una realidad, a finales de 2019, con la aparición del COVID-19 y su expansión a nivel mundial.
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A partir de una convocatoria del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario (CIUNR), tres investigadores analizaron los alcances de la pandemia, su desarrollo y cómo se plantea el panorama a futuro. Milagros López Hiriart, doctora en Ciencias Biológicas; Juan José Borrell, experto en Geopolítica y Matías Apa, profesor de salud pública de la facultad de Ciencias Veterinarias, se preguntaron ¿qué caracterizó esta pandemia?, ¿cuáles son sus posibles orígenes?, y a partir de esto ¿cómo evitamos que se repita?
“Lo que sucedió en esta oportunidad, con el COVID-19, es que se resignificó el concepto ‘pandemia’; no es sólo una cuestión de salud, y menos aún de enfermedad, sino que tiene que ver con las dimensiones sociales, económicas y culturales integradas. Si tomamos una definición de pandemia de hace unos años atrás, tenía que ver con la magnitud de casos y su distribución. Notamos que quedó muy corta respecto de lo que vivimos actualmente, ya que la enfermedad puede no haberte afectado físicamente pero sí te impactó socialmente, psíquicamente, en lo económico o familiar”, resaltan los investigadores.
Borrell destaca que la forma de hacerle frente al virus se desarrolló a través de un discurso dominante manejado desde el miedo: “hubo una gestión de terror permanente que fue muy fogoneada por los medios de comunicación”. El investigador señala que la pandemia es un terreno en el cual se desarrollaron luchas políticas, de poder y de intereses económicos. “Hay que ver que muchos de esos organismos que representan la salud global están financiados por grandes farmacéuticas, o potencias que tienen intereses. La idea de la igualdad y la fraternidad de esos organismos queda por tierra; lo que se termina develando es la jerarquía, la asimetría y los intereses que priman” expresa.
“Veníamos de la idea de una aldea global, y cuando irrumpe la pandemia cada uno cerró su casa, su país, y la aldea global no era una aldea. Veníamos con el eslogan de que todos compartimos todo, que podíamos viajar de una punta a la otra, y cuando irrumpió la pandemia nos cerramos todos, incluso sobre nosotros mismos”, completa Apa.
En este sentido, Borrell resalta la suspensión de las libertades individuales, que se convirtieron en el modelo de “lucha” contra el virus. “Desde la geopolítica, el nuevo campo de batalla es el intersticio microcelular, que está en riesgo de internacionalizarse, privatizarse y enajenarse. Y que pierdas la propia decisión de tu propio cuerpo en base a un criterio organicista totalitario, esto es por el bien del cuerpo social, donde tus libertades individuales quedaron suspendidas en un estado de excepción”.
“Me parece que la pandemia nos interpela a pensar en otras dimensiones vinculadas a lo social, lo económico y lo alimentario. Hubo gente en la Argentina que murió de coronavirus porque no tenía agua potable; tenemos que analizar cuál es la forma de vida en la que todos nos encontremos mejor, tanto quienes no tienen sus necesidades esenciales cubiertas como en la forma en que se organiza la vida urbana”, explica Apa a Argentina Investiga.
“El gran problema sería volver a la normalidad como si nada; se mitigó la letalidad del virus y pensar que ya pasó y no capitalizar cuáles son estas nuevas realidades y desafíos para lo científico, la defensa y la salud. Si seguimos pensando lo urbano, el territorio y la relación orgánica como antes de la pandemia es porque no entendimos nada”, recalca Juan José.
El comienzo
“En principio había dos líneas sobre el origen de la pandemia; la primera que se barajaba es que se trataba del salto de un patógeno en animales a humanos. La otra posibilidad era que se tratara de un ataque biológico, de un agente que surgiera de un laboratorio militar. A medida que pasó el tiempo fue cobrando fuerza esta hipótesis, y es la que sostienen oficialmente los países de la OTAN y China”, señala Borrell.
Para Matías Apa, cualquiera de estas dos hipótesis responde a un proceso zoonótico y es el resultado de la intervención humana, ya sea por la expansión de la frontera productiva en territorios salvajes o por una modificación hecha en un laboratorio para ser usada como arma. “Los interrogantes que planteamos no son únicamente sobre COVID-19, sino con lo que pasa en general con las enfermedades zoonóticas y el modelo agro industrial. Además de que socialmente los esfuerzos se focalizaron en cómo pasar la pandemia: de qué manera usar el barbijo, si desinfectamos o ventilamos, y lo que tenemos que pensar es cómo evitamos que esto vuelva a pasar”, plantea Apa.
La intervención del ser humano en el medio natural desde el punto de vista social, político y económico ha sido, y sigue siendo, de vital importancia para la aparición de nuevas enfermedades. El equipo de investigadores aclara que, si bien existen enfermedades zoonóticas desde el Neolítico y que muchas fueron epidémicas, hay ciertas circunstancias que hacen que, en la actualidad, y a pesar de todos los avances científico-tecnológicos, las posibilidades de una pandemia sean mayores que nunca, debido al masivo intercambio de personas y mercancías, a las formas de producir alimentos y la resistencia de los antibióticos.
Milagros Hiriart explica que “hay un terreno que se nos está presentando, que es la resistencia de los antimicrobianos, resistencia a los antibióticos, lo que nos abre un panorama en el que no contamos con esta defensa contra las enfermedades. Y ahí viene la cuestión del modelo de desarrollo, de producción, de la atención de la salud”. La resistencia de los microorganismos a los antibióticos sucede debido al consumo excesivo de estos medicamentos en el trato de las enfermedades, pero más especialmente a través de los alimentos. Por ejemplo, los antibióticos que reciben los animales que son criados a través de sistemas intensivos de ganadería.
“Me parece importante que después de la pandemia pueda repensarse el sistema de consumo y producción de alimentos. El sistema agro-económico que avanza sobre los ambientes naturales y entra en contacto con la fauna silvestre potencia este tipo de enfermedades. Vamos ocupando esos lugares, como pasó en Nordelta con los carpinchos, pero a la vez me planteo de qué forma cambiamos nuestra forma de alimentarnos para que sea accesible a toda la población mundial, y la respuesta no sea alimentos producidos con una impresora 3D en base a una proteína sintética, accesible sólo para algunas clases sociales”, plantea Hiriart
“Hasta ahora, las respuestas que surgen apuntan a intensificar lo que está, o plantean pasar a sistemas pre capitalistas, cada uno produciendo sus alimentos en su casa, que es inviable en el formato urbano en el que vivimos hoy. Si no proponen salir del esquema animal para pasar a un esquema vegano o de producción de alimentos sintéticos o de otras proteínas como insectos”, amplía Apa.
Los investigadores sostienen que, actualmente, ninguna de las respuestas parece ser efectiva para alimentar a la totalidad de la población; todas tienen un techo que puede ser económico, aparejado a la sustentabilidad ambiental, a la salud humana o animal, nutricional, o bien, relacionado a aspectos sociales y culturales.
El futuro
Según el equipo de investigación, para hacer frente a escenarios como el del COVID-19 y los que puedan presentarse en el futuro, es muy importante invertir en ciencia, salud pública y defensa, de una manera que atienda las necesidades y realidades nacionales y regionales.
“Creo que no nos tenemos que posicionar en que hay una sola vía incuestionable para atender los problemas que se presenten, sino que hay que abrir una mirada interdisciplinaria, intersectorial, intercultural. En el escenario que estamos deberíamos abrir el concepto de pandemia a otras formas de flagelo como el hambre o la pobreza, problemáticas que, como científicos, nos reclaman otra acción”, resalta Apa.
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Los investigadores consideran que hay que analizar el lugar que ocupa la ciencia en un mundo en disputa, y cómo enfrentar el desafío de replantearse frente a futuros escenarios y la capacidad de respuesta a los mismos. Y, en este sentido, destacan que su lugar desde la Universidad es la creación de herramientas para la toma de decisiones y generar preguntas que los impulsen a seguir estudiando, investigando e interrogando.