A diferencia de la creencia generalizada que asocia la enfermedad de Chagas a la pobreza y las provincias del Norte argentino, la doctora Gabriela Rozas Dennis sostiene que es una enfermedad que atraviesa a todas las clases sociales y está presente en todo el país. Dennis es docente e investigadora del departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia de la Universidad y trabaja en el área de Saneamiento Ambiental de la Municipalidad de Bahía Blanca, donde se ocupa del programa de Chagas.
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La enfermedad de Chagas, también conocida como tripanosomiasis americana o mal de Chagas Mazza, es una afección parasitaria tropical, generalmente crónica, causada por el protozoo flagelado Trypanosoma cruzi. Su principal vector es la vinchuca, la cual transmite el parásito cuando defeca sobre la picadura que ella misma hace para alimentarse. Se estima que 50.000 personas mueren por año a causa de esta enfermedad.
Según la Organización Mundial de la Salud, hay entre 16 y 18 millones de personas afectadas de Chagas en América latina. Aún así, este organismo la cataloga como una “enfermedad olvidada”. Se conoce así a aquellas asociadas con la pobreza y que, por lo tanto, no han despertado el interés comercial de las empresas de salud ni los laboratorios farmacéuticos. Por ello, el destino de los enfermos y de la población en riesgo depende de la atención que le dirijan los gobiernos. La especialista trabaja en la temática desde hace dos décadas, cuando comenzó a investigar sobre la vinchuca, el vector de la enfermedad.
“La principal fuente de combate de la enfermedad es el control del vector. El Chagas se contagia por tres formas principales: de la madre infectada al feto en los embarazos (llamada vía connatal), por transfusiones sanguíneas o por vinchucas infectadas. En Centroamérica se está hablando de una cuarta vía: la ingesta de alimentos con materia fecal de vinchucas, porque el parásito que produce el mal está en la materia fecal de este insecto”, explicó la doctora Rozas Dennis entrevistada por Argentina Investiga.
La especialista trabaja dentro de una Red Iberoamericana (www.redtrv.org) para el control del Chagas con el Triatoma virus (TrV), descubierto en 1987, donde están estudiando cómo utilizarlo para generar un insecticida. La integran 30 grupos de investigación de 13 países. Las investigaciones realizadas hasta el presente sobre TrV, indicarían que podría utilizarse como agente biológico para el control de muchos de los triatominos que habitan toda la extensión del continente americano. La vinchuca está dentro de este grupo.
La enfermedad de Chagas tiene dos fases. La fase aguda suele ser asintomática o con síntomas leves como fiebre, malestar general, etc. Luego, la enfermedad entra en remisión y puede no presentar más manifestaciones por muchos años. La fase crónica, cuando finalmente se presenta, afecta el sistema nervioso, el digestivo y el corazón. Se cree que cerca de un 30% de los infectados desarrollarán lesión de órganos, principalmente cardíacos y/o digestivos.
“Hay que hablar de Chagas, porque no se habla abiertamente de esta enfermedad, ya que se cree que sólo afecta al norte del país o a los sectores más pobres. Ahora sabemos que está en todo el país. No sólo en la zona endémica. Hay Chagas hasta en Ushuaia -aún cuando no hay vinchucas- por la vía connatal, por las transfusiones o la donación de órganos entre personas que desconozcan que tienen la enfermedad”, asegura.
Explica que existen protocolos establecidos por la ley 26.281, que dispone entre otras cosas que las mujeres embarazadas deben realizarse el análisis para detectar el Chagas. “Esto es algo fundamental para alertar a los neonatólogos de la realización del análisis al bebé recién nacido. En caso de resultado positivo, la medicación permitirá que se cure antes del año de vida”, dice. Aún así detalla que “la enfermedad no reconoce estratos sociales… puede ser transmitida con hasta tres generaciones de desconocimiento de portar la enfermedad. Hoy yo puedo tener Chagas aunque mi madre o abuela infectadas hayan sido asintomáticas, y eso se da muy comúnmente”.
Su experiencia en el país y el extranjero le hace afirmar que “en Argentina se trabaja bastante bien en el control, pero no ocurre lo mismo en otros lugares. Por ejemplo: mientras en Bahía Blanca hay una dependencia municipal que se ocupa del tema, en otros países tienen zonas endémicas -como Bolivia, Perú o México- con un gran conocimiento en los laboratorios y universidades, y no tienen cómo responder desde el Estado”.
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“El parásito es complicado y tiene linajes diferentes, lo que dificulta encontrar una vacuna. Por eso tenemos que enfatizar tanto en la prevención y la educación. Curiosamente, el control vectorial -por medio de la vinchuca- no es difícil, el control que va a llevar más tiempo es el connatal. Nos llevará muchos años porque la enfermedad está oculta en todas las clases sociales, no sólo en las personas que viven en ranchos de adobe y techo de paja donde han estado en contacto con vinchucas. Por eso, hay que hacer sospechar a la gente que puede tener Chagas”, enfatiza. Y agrega que “la prevención consiste en la detección; el análisis es muy simple (dos pruebas serológicas diferentes en paralelo) y que el mal puede curarse mediante tratamientos con medicación oral, que son gratuitos, aunque el período de cura es muy prolongado”.